ÚLTIMA ESPERANZA...
Vibrando como carótidas de cristal,
cincuenta estrellas de algo más
frágil que el macramé.
Noches de angosto y kerosene.
Alambres hipoacúsicas,
entretejidas con carne,
todas cosas ya crecidas, ya infectas,
ya transcriptas.
Disfraces, finos, mohosos,
como días que no quieren ser árboles.
Mueren porque no quieren
fagocitarse al mundo.
Un último dedo erecto,
lo inflamable de su uña funcionando
como pábilo de la última vela.
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