"Al río que todo lo arranca lo llaman violento, pero nadie llama violento al lecho que lo oprime."- Bertolt Brecht.

miércoles, 30 de diciembre de 2009



Cuando las luces se apagan,
el cielo es el que brilla,
mientras las voces se ahogan también,
y una a una se reúnen con sus almohadas.

Leo o escribo toda la noche, y
cuando por fin mato la luz que me lo permite,
el oscuro terror de la avanzada noche
se mete por mi ventana, para cerrar los ojos conmigo,
para acostarse a mi lado, para acariciar mi alma rota...

Ella, con su halo plateado, espanta mis sueños,
se apropia de lo exquisito de mi miedo.
Recorre con su extensa aura toda mi piel, desnuda,
toda mi esencia desgranada entre sus manos.




Precipita mis pesadillas lo oscuro de esta noche,
baña de sudor, con gotas como de rocío, mi cuerpo entero.
Se queja mi voz, de mi garganta que arde,
y ella escucha mis alaridos sin sentir piedad de mí,
porque espera, sí, porque espera a que deje de respirar.

Ella, me susurra cosas... Cosas prohibidas.
Motivos de lágrimas, sangre y placer.
Ella me embriaga con su empalagosa vos,
con lo que me propone, con lo que me incita a hacer...
Con lo que me incita a ser.
Ella me empuja, ella me presiona;
actúa sobre mí, como si yo fuese el mar, controlando la marea.

Ella, llora sobre mi vida, porque quiere lo contrario;
duerme sobre la curva de mi espalda,
se posa, con su mortecina luz, sobre mis labios, húmedos,
me posee entera, consciente y dormida...
Ella, la Luna, duerme conmigo porque espera
que su impotencia se esfuma, para poder quitarme,
aquello que todos necesitamos, el aire.
Para poder verme inerte y fría por siempre...







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